La Violencia contra la Mujer
Raquel Suárez Ramos
Desgraciadamente, en la sociedad actual que vivimos cada día nos encontramos con más casos de violencia. En las dos últimas décadas ha experimentado un desarrollo espectacular, incrementándose de forma notable, haciendo que conozcamos dicha violencia más hacia el exterior.
Afortunadamente, los malos tratos a las mujeres están dejando de pertenecer al ámbito privado, pasando a ser un asunto de primera y vital importancia en el ámbito de lo público, tanto a nivel de instituciones de carácter social como judicial, a través de los medios de comunicación.
¿Qué es la violencia de género?: Entendemos por violencia de género la que ejerce el hombre contra la mujer, con el objetivo de controlarla y dominarla para dejar de manifiesto que mantienen la autoridad en la relación, dejando claro siempre que la mujer tiene que estar en todo momento sometida a los criterios del hombre.
Las desavenencias conyugales no son sinónimo de violencia. Así, lo que diferencia una pareja sana de una pareja violenta es que la primera utiliza formas adecuadas para la solución de problemas, mientras que la segunda recurre a la violencia como forma más rápida y efectiva de resolver un conflicto. La forma de violencia en la pareja, viene con diferentes tipos de maltratos, que son los siguientes:
MALTRATO PSICOLÓGICO. Este tipo de maltrato en la mayoría de los casos es el primero que se manifiesta. Está basado en frecuentes desvalorizaciones, humillaciones, críticas permanentes, gestos y posturas amenazantes, reproches, insultos, amenazas, intimidaciones, etc. Dentro de esta tipología de maltrato también se incluye la limitación del dinero, el control de las amistades, la disminución en el trato y visitas con la familia de origen o procedencia. También en ciertos casos se considera maltrato a ciertas conductas destructivas, como por ejemplo romper objetos con alto valor generalmente emocional.
MALTRATO FÍSICO. Generalmente este tipo de maltrato va precedido por el maltrato psicológico y las conductas más típicas, las primeras en aparecer, son: empujones, zarandeos, coger con fuerza por los brazos, seguidos de puñetazos, golpes, patadas, tirar del pelo, o amagos de estrangulamiento, para llegar en determinadas ocasiones a dar unas palizas soberanas a la víctima.
MALTRATO SEXUAL. Este tipo de maltrato hace referencia al establecimiento forzado de relaciones sexuales, las cuales no tiene ningún componente de conducta afectiva, percibiendo la víctima este tipo de conductas como degradantes. Las agresiones correspondientes a la violencia de género se agrupan en seis tipologías, basándose en los criterios de frecuencia y casualidad [Cobos, Juan Antonio. Tratado de psiquiatría Legal y forense. Editorial Colex]:
1.- Agresiones, esporádicas o únicas, como consecuencia del deterioro progresivo de la convivencia.
2.- Agresión como explosión inesperada de un desequilibrio familiar.
3.-Violencia como forma habitual de relacionarse.
4.-La agresión como consecuencia del alcoholismo crónico.
5.-La agresión como consecuencia de enfermedad mental.
6.- Agresiones entre personas separadas, principalmente por temas de custodia, intercambio de hijos en el régimen de visitas.
TEORÍA DEL CICLO DE LA VIOLENCIA.
Es fundamental y básica para entender el funcionamiento de la violencia de género.
FASE I. Etapa de aumento de la tensión. El hombre maltratador empieza a mostrarse tenso e irritable ante cualquier conducta o comportamiento de la mujer que le moleste, reacciona con enfado y hay un distanciamiento emocional.
La mujer, generalmente intenta calmar al agresor con técnicas que habitualmente han sido eficaces en otros momentos y situaciones, tales como: comportarse de forma cariñosa, evitar enfrentamientos, ser condescendiente. En definitiva, la mujer en este caso acepta de alguna forma el comportamiento agresivo de él.
Cada vez que estos episodios ocurren, la tensión aumenta progresivamente. En esta etapa con un equilibrio claramente disfuncional e insano las parejas pueden durar incluso años.
La victima tiene cierta sensación de control de la situación, pero a la larga hace que esto se cronifique, tornándose la situación mucho más impredecible., y siendo el agresor cada vez más violento., con lo cual esta fase terminaría en este punto y daría lugar a la fase siguiente.
FASE II. La explosión aguda de agresión. Esta fase se caracteriza por una descarga incontrolable de las tensiones que se han acumulado en la fase anterior. Existe una falta de control y de destructividad por parte del maltratador.
Es la fase más breve, suele durar de 2 a 24 horas. La víctima no cree lo que está ocurriendo y en muchos casos lo niega, esto hace que no acuda a solicitar ayuda, ni a centros de emergencia, de forma inmediata.
FASE III .Luna de miel. En esta última fase el agresor tiene un comportamiento extremadamente cariñoso, amable y con muestras de arrepentimiento: Generalmente se siente mal por su conducta y acciones previas, suplicando entonces a su pareja que le perdone y asegurando que no lo volverá a realizar. La victima quiere creerle, perdonándole tales actuaciones y dejando el miedo y la rabia a un lado, dándole de nuevo otra oportunidad.
Estos hechos hacen que, desgraciadamente, se refuerce la violencia en el agresor y vuelva a recurrir sucesivamente a dichos comportamientos de forma cíclica, cronificándose con el paso del tiempo. En el ciclo de la violencia no siempre ocurren las tres fases; con el tiempo solo existen la fase una y dos
Observamos que la violencia de género tiene como finalidad hacia quien la ejerce el controlar las conductas, sentimientos y pensamientos de la pareja. El perfil del agresor puede hacer que tengan ciertos rasgos en común y que puedan favorecer conductas violentas y dificultades en el autocontrol, pero no existe un perfil estereotipado del mismo, aunque sí podemos citar como denominadores comunes de esta tipología de persona: una ira descontrolada, actitudes hostiles con un gran déficit de habilidades de comunicación y resolución de de problemas. A esto se puede sumar situaciones precipitantes, como el estrés, consumo abusivo de sustancias, ya sean alcohol o drogas, celotipias, complejo de inferioridad, egocentrismo, o una percepción ante la victima de vulnerabilidad.
Factores que en ningún caso explican el maltrato a la mujer y mucho menos lo justifica:
La mujer maltratada tiene una sintomatología muy peculiar, aunque no siempre obedece a unos patrones fijos y estables, pudiendo destacar los siguientes:
Puede darse el caso de ser personas con personalidad dependiente, o codependietes, con poco nivel cultural, sin trabajo, hijos menores que no sabrían si se separan como sacarlos adelante, escaso nivel económico, falta de apoyo de la familia de origen, edad avanzada, baja autoestima, poca capacidad para tomar decisiones, personalidad sumisa, poca asertividad.
En otras ocasiones, nos encontramos con un patrón totalmente diferente, es decir: personas con alto nivel cultural, con buen trabajo, incluso con altos cargos directivos, que sufren este tipo de violencia. En estos casos la mujer se ha habituado a esa clase de vida, teniendo muchas veces una dependencia emocional hacia el maltratador que hace que no encuentre la vía de escape ante esta situación. Otras veces es tal la disfunción que estas personas tienen que se sienten ellas mismas culpables de lo que está ocurriendo .
Las secuelas que deja este tipo de maltrato a la mujer son muchas e importantes. Las más comunes son: Sintomatología depresiva, ansiedad crónica, apatía, tristeza, anhedonia, desesperanza, pérdida de autoestima, sentimientos de inferioridad, indefensión, aislamiento social y dependencia emocional.
Este tipo de sintomatología, tanto los reseñados anteriores que hacen mención al perfil de la mujer maltratada como las secuelas que posteriormente experimenta, pueden variar, pero sin duda alguna el denominador común de todas ellas es el MIEDO, que las bloquea y paraliza ante cualquier posible decisión que puede afectar a todas las áreas de su vida: personal, familiar, social o laboral.
Es prioritaria y fundamental la AYUDA a todos los niveles que pueda recibir la afectada por violencia de género, ya sea familiar, a través de amistades, de apoyo en programas específicos, así como psicoterapia personal, con el objetivo y finalidad de superar todas las secuelas que le ha dejado el agresor. Las estadísticas nos confirman que, cuando una mujer denuncia, lleva una media de más de diez años experimentando esta clase de situación.
Es responsabilidad de todos parar esta lacra que afecta a la mujer desde hace décadas y que, desgraciadamente, deja tantas secuelas que no llegan a superarse, por no hablar en el peor de los casos de la cantidad de huérfanos que quedan en el camino, marcados por sentimientos tan negativos de ira, rabia y odio, con los cuales crecerán y se apartarán en un futuro tanto de la sociedad como de su entorno.
Raquel Suárez es Psicóloga en CAIS