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Un dibujo nos revela mucho

Noelia Blanco

 

            El dibujo es, casi siempre, la primera gran obra de los niños. Representa su primer gran tesoro expresivo, ya que, a través de los dibujos los niños expresan muchas cosas de sí mismos. El dibujo se puede convertir, en algunos casos, en el termómetro del estado de ánimo del niño, ya que traduce lo que el niño siente, piensa, desea, lo que le inquieta, le hace sentir alegre o triste.

            Como explica Nicole Bedard, en la primera infancia, es decir, entre los dieciocho y veinticuatro meses, el niño experimenta mucho más de lo que expresa. Al principio, el hecho de sostener el lápiz en la mano es ya toda una proeza. Luego, a medida que va creciendo, el dibujo se convierte para él en un juego.

            El dibujo representa en parte la mente consciente, pero también, y de una manera más importante, hace referencia al inconsciente. No debemos olvidar que lo que nos interesa es el simbolismo y los mensajes que el dibujo nos transmite, no su perfección estética.

            Sin darse cuenta, el niño traslada su estado anímico en el papel. Por ello no es conveniente obligarlo a dibujar, si el no siente la necesidad de hacerlo. Debe dibujar por placer, nunca por obligación. Es recomendable dejar que su imaginación se manifieste con toda libertad.

            En referente al dibujo infantil existen varias técnicas y tests que nos ayudan a interpretar esas exposiciones gráficas.

El Test de la Familia

            Se trata de un test proyectivo muy rico por la información que aporta sobre la vivencia de las relaciones familiares en el niño. Nos permite conocer cuáles son sus lazos afectivos, cómo es su relación con cada uno de los familiares que representa y también con aquellos que no dibuja, pues la ausencia de alguien de la familia puede decirnos tanto como la presencia. A su vez, también nos habla de cómo el percibe las relaciones entre sus familiares y la historia que hay detrás de ellos. 

            No existe en el test de la familia una única forma de administración, ni tampoco, unas normas rígidas de interpretación. Entre las diversas alternativas merece mención especial la de L. Corman, el cual, plantea decirle al niño que dibuje una familia imaginaria en lugar de pedirle que dibuje su familia. Dicho autor cree que de ese modo el niño tiene una mayor libertad para proyectar sus estados afectivos, sus deseos, temores, atracciones y repulsiones. Corman reconoce, que entre ambas formulaciones no hay en la práctica tanta diferencia como podría parecer.

            Se les da una hoja en blanco y un lápiz y se les pide que dibujen una familia. Mientras los niños dibujan, nosotros deberemos tomar notas de los detalles del dibujo, por ejemplo, el orden en que pintan a cada miembro, a quién pinta con más detalles, en qué lugar se sitúa a sí mismo etc.

        Una vez que ha terminado el dibujo llega el momento de felicitarle por el mismo sin extralimitarnos y pedirle que nos cuente la historia de esa familia, nos indique quiénes son cada uno de los personajes (nombre, edades…). En un principio es mejor dejarle hablar para que pueda expresarse libremente y después podremos hacerle preguntas.

            Uno de los libros que se usan para interpretar el dibujo es: “Test de la familia. Cuantificación y análisis de variables socioculturales y de estructura familiar”, de Joseph Mª Lluis Font.

            En CAIS utilizamos, entre otros, el test de la familia para explorar los sentimientos y las concepciones de los niños y niñas, entender mejor su mundo y mejorar sus relaciones con las personas que les rodean.

Noelia Blanco es Pedagoga y Psicomotricista en CAIS