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EL AUTISMO

Por Paz Alconada Escudero

“La educación de un niño autista es, probablemente, una de las experiencias más conmovedoras y radicales que puede tener un profesor” (Angel Rivière, 1990).

            El concepto de autismo ha ido evolucionando desde el estricto cuadro descrito por el Dr. Kanner en 1943. En la actualidad se incluye en un conjunto de trastornos conocidos como trastornos generalizados del desarrollo (T.G.D.) y en los últimos años se ha incorporado, a partir de las aportaciones de Lorna Wing y Judith Gould, el concepto de Trastornos del espectro autista (TEA).

            Los Criterios Diagnósticos del trastorno autista son:

-Alteración cualitativa de la interacción social. En las personas autistas de niveles  más profundos y los más pequeños (de 2 a 5 años) se manifiesta un gran aislamiento, indiferencia casi total o aversión al afecto, a las emociones y al contacto físico con los demás.

-Alteración cualitativa de la comunicación. Se presentan en muy diversos grados: trastornos severos de la comprensión verbal y no verbal y  retrasos en la adquisición  del lenguaje expresivo. Los niños autistas tardan mucho en comenzar a hablar y casi la mitad de ellos permanecen sin hablar toda la vida.

– Patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos, repetitivos y estereotipados. Realizan estereotipias, es decir repeticiones sin funcionalidad como balanceos, aleteos de manos, movimientos extraños con los dedos, etc. También se pueden presentar en forma de pensamientos.

            Hasta un 70% de afectados de autismo presentan discapacidad intelectual. Una de las características que es frecuente es un perfil cognitivo irregular, con picos de habilidades destacadas y aspectos subdesarrollados de la inteligencia que muchas veces truncan las expectativas que, respecto a las habilidades de estos sujetos, se plantean padres y profesionales.

            Los TEA se manifiestan pronto en la vida, siempre antes de los 3 años de edad, aunque muchas veces no se identifican hasta meses o años después. Los estudios demuestran la importancia de una detección temprana del autismo. Ello radica en la evidencia acumulada durante los últimos 15 años, que establece que una intervención temprana específica, personalizada para el niño y su familia, conduce a una mejoría  en el pronóstico de la mayoría de los niños  con TEA.

            El periodo que transcurre desde las primeras sospechas hasta el diagnóstico del caso provoca angustia, incertidumbre y desorientación para las familias, de forma que todo aquello que proporcione a la familia los apoyos necesarios va a reducir notoriamente el estrés y el sufrimiento familiares y va a ayudar a planificar los servicios comunitarios requeridos posteriormente.

            El Grupo de Estudio de los Trastornos del Espectro Autista del Instituto de Salud Carlos III insiste en la importancia de vigilar el desarrollo infantil, de forma rutinaria, en el programa de seguimiento del niño sano (lactancia, infancia, edad preescolar e incluso primeros años de escolaridad) y en las escuelas infantiles.

            Existe una gran heterogeneidad entre los niños autistas. La evolución de los síntomas y de sus capacidades va a depender de muchos factores como el momento en el que se detecta y diagnostica el trastorno, la edad a la que se inicia la intervención (y la intensidad y orientación de ésta), la implicación activa en el tratamiento de los padres y las personas con que interactúa habitualmente con el niño, la inteligencia del niño y la gravedad de sus síntomas.

            Debido a las alteraciones de los niños autistas, sus familiares están sometidos a serias situaciones de tensión y es fácil que desarrollen sentimientos de frustración e impotencia si no reciben ayuda profesional adecuada. La orientación, asesoramiento y formación de las familias son también necesarios para que el niño se desarrolle realmente.

            Los objetivos generales de la atención temprana con niños autistas serán desarrollar al máximo sus posibilidades y competencias, acercar a los niños a un mundo humano de relaciones significativas,  favorecer un equilibrio personal lo más armonioso posible y  fomentar su bienestar emocional.

Paz Alconada es Psicóloga y Coordinadora del equipo de Atención Temprana de CAIS